1. Presentación-nudo-desenlace
En un lejano país, en lo más alto de la montaña se encontraba la casa de Jacob,
un niño de unos ocho años, la casa era muy lujosa y estaba llena de criados.
Jacob siempre vestía con ropas caras y tenía todo lo que pedía. Sus padres eran
personas muy ocupadas, apenas estaban en casa y suplían el cariño que no le
daban a su hijo con regalos. Jacob nunca bajaba al pueblo porque sus padres se
lo habían prohibido. Una noche mientras todos dormían Jacob salió de la cama y con
mucho sigilo bajó las escaleras y se dirigió a la puerta principal. Era el
momento de adentrarse en el bosque. Una vez caminaba por el bosque mirando de
un lado a otro comenzó a escuchar ruidos extraños, en ese momento comenzó a
correr como si una extraña criatura le persiguiese. Tras mucho correr encontró
una especie de refugio en el que solo estaban las paredes y el techo y allí
pasó la noche. Cuando amaneció continuó su viaje hasta el pueblo. Al llegar al
pueblo vio que la gente era pobre, muchos vivían en la calle porque no tenía
casa ni trabajo, los niños iban con la ropa rota y sucia. Jacob no entendía
porque él tenía todo lo que quería y esos niños no. De regreso a casa, observó
como el sol empezaba a esconderse y comprendió que tendría que darse prisa.
Mientras caminaba por el bosque vio como una sombra se cruzaba en su camino, él
se asustó tanto que salió corriendo, pero a lo lejos escuchó que esa sombra le
decía: “no corras, solo quiero ayudarte”. Jacob se paró y vio que quien le
hablaba era un hada. Esta misteriosa hada le dijo que le concedía un deseo.
Después de mucho pensar el pequeño Jacob pidió que esa gente pudiera vivir en
unas condiciones adecuadas, que tuvieran ropa, comida, trabajo etc. y que él no
quería vivir rodeado de tanto lujo. El hada le dijo que cuando se despertara al
día siguiente su deseó se habría hecho realidad. Y así ocurrió Jacob llegó a
casa y se fue a dormir y cuando a la mañana siguiente se despertó vio que su sueño
se había cumplido.
2. Descripción y diálogo
Hace algunos días, Daniel, había escuchado hablar en un bar cercano a su
casa, de la misteriosa mansión que se encuentra a las afueras de la ciudad,
según la gente del pueblo es una mansión abandonada, que está llena de libros.
Daniel que es un apasionado de la lectura pensó que no pasaba nada si una noche
se acercaba a aquella misteriosa mansión. Y así hizo. La noche siguiente cuando
en su casa todo el mundo dormía salió a la calle, cogió su bicicleta y se marchó
dirección a la mansión abandonada. El cielo estaba estrellado y hacía bastante
frío, al llegar a la mansión comprobó que no había nadie por los alrededores,
dejó la bicicleta azul eléctrico apoyada en la valla, una valla que muestra el
paso del tiempo ya que está llena de óxido. Al entrar por la puerta vio como el
patio estaba descuidado y que la fachada de esa enorme mansión era de piedra
oscura con muchas ventanas y con un portón principal de madera que daba al
vestíbulo. Daniel estaba temblando de miedo, no había luz y el suelo de madera
rechinaba a cada paso que daba. Cuando Daniel se dispuso a subir las escaleras
que dan al segundo piso una voz le dijo:
- ¿Quién eres?, ¿Quien te ha dado permiso para entrar en mi casa?
Con voz temblorosa Daniel se atrevió a decir...
- Señor soy Daniel. Vine a esta casa porque escuché que estaba abandonada y
llena de libros, no quería molestarle.
- Mira Daniel, no molestas, es cierto que la gente se piensa que está
abandonada, hace muchos años que no salgo de aquí, soy un pobre viejo que
apenas se puede mover y al que muchos han dado por muerto, pero sigo vivo, muy
vivo, rodeado de mis preciosos libros que me dan la vida, que cada día me
llevan a distintos lugares sin necesidad de moverme de mi viejo sofá.
Desde ese día Daniel iba todos los días a visitar a ese anciano y a leer con el
alguno de sus preciosos libros
3. Continuar
Día 24 de abril de 1978, el hombre con el pelo desaliñado y el rostro triste
muestra una actitud de preocupación. Se decide a abandonar el hostal para
dirigirse a un lugar desconocido aún para él y antes de salir por la puerta la
recepcionista de ese pequeño hostal le pregunta: “perdone, ¿olvida usted algo?”